¿Cuál es la eterna polémica de las encuestas de opinión política?

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Siempre que se acercan las elecciones, bien presidenciales o  las regionales y locales ( las subnacionales, dirán otros) se dan debates eternos sobre la potencialidad de las encuestas para pronosticar los futuros resultados de las votaciones; y cuanto más impacienta a los encargados de ellas, es que les pregunten sobre la capacidad de certeza. Pero tales inquietudes y molestias   parecen ser inevitables cuando se trabaja en el campo de la investigación de opiniones y sentimientos de las personas, sabiendo que son muy dinámicas y volátiles ante reacciones a hechos y acontecimientos de la cotidianidad de los individuos.

Las encuestas son apropiadas para estudiar el movimiento de las cosas y el comportamiento de las personas desde afuera, es decir lo consciente y no lo inconsciente. En los análisis de los datos existen muchas dudas sobre la seriedad investigativa, ya que más de las veces no se pasa de la simple presentación de cuadros porcentuales sin ningún rigor estadístico: Datos.

En Colombia, las encuestas en general han venido ganando terreno desde finales del siglo desde los años 80 del siglo pasado, y en especial, las políticas y electorales, que han tenido un alto grado de crecimiento en las décadas corridas del siglo actual; deseando con ellas en algunos casos a convertirlas en el camino a seguir en las votaciones y en el forjamiento una opinión masiva, reforzando las crispaciones.

 Esta técnica de investigación es apropiada para producir indicadores sobre entes o sucesos espacio-temporales. La encuesta es una serie de preguntas con orden secuencial, que hace el entrevistador a los individuos seleccionados sin que nadie interaccione entre ellos, es al hombre aislado a quien se le interroga, para que sumando respuestas individuales se llegue a respuestas colectivas. No hay en ella ningún consumo afectivo, excepto la buena presentación e introducción que debe hacer el encuestador al entrevistado para ganarse la receptividad.

El procedimiento estadístico que se sigue en la estructuración y aplicación de la encuesta convierte el cuestionario en un  dispositivo normalizador, donde los individuos entrevistados se homogenizan, se clasifican y se jerarquizan por rangos o por signos de pertenencia en grupos de la colectividad social; pero generando unos promedios con las consabidas desviaciones , permitiendo así, al investigador hablar de una persona promedio o de un hombre promedio, aislado de las circunstancias sociales que le rodean. Para llegar a esos resultados, es necesario elaborar el cuestionario, determinar el número de personas indicadas para responder (la muestra), escoger las personas para responder, aplicar la encuesta, supervisar los encuestadores, revisar los cuestionarios contestados, analizar los datos recogidos y presentar los datos. Todas estas etapas son fuentes de errores. Por esta razón, para criticar un estudio hecho con base de encuestas, es necesario revisar una a una las etapas desarrolladas. Desde el punto de vista técnico algunos investigadores son más refinados que otros, al momento de definir los parámetros de confiabilidad y validez.

Más no todo tipo de encuesta produce la intensidad de las críticas. Parece ser que cuando estas tratan tópicos como el comportamiento sexual, aceptación del individuo, comportamiento conyugal, drogadicción, etc. son aceptadas sin mayor recelo y antes bien, son recibidas con alborozo. Cuando se trata de encuestas que inciden la penetración de los medios de comunicación se producen reacciones negativas hacia esta técnica. Y la intensidad de las criticas crece con las encuestas de temas políticos como el prestigio e imagen de líderes y pronósticos electorales. Pero cuando las encuestas son analizadas por personas no expertas ni profesionales en la materia, disfrutan de los resultados que favorecen sus puntos de vista o sus candidatos, error muy común en el ambiente político. Y lo extraño es que todas las críticas a las encuestas de opinión política se centran en los resultados en sí, sí bien en el proceso existen varias etapas, parece que se da por aceptado que en todas ellas no se cometieron errores y que sólo el dato final es el que tiene en su núcleo el germen de la desconfianza. Esta postura no es extraña a la aceptación de las encuestas como instrumento medidor de opiniones políticas; así ha sido históricamente desde los años cuarenta cuando aparecieron en los Estados Unidos y en todos los países que se usan. Y en algunos se han instalado como el oráculo para las grandes decisiones y debates, incluso se usan a veces como palanca de sostenimiento de gobiernos.

 Las encuestas se siguen usando con gran precisión vaticinadora y con éxitos en la mayoría de los casos; aunque continuemos viendo en ellas algo de truculencia; sobre todo cuando se usan como instrumento orientador de las estrategias electorales y se convierten en una parte importante de la campaña política. Y que pueden ir “modelando o puliendo” las opiniones y centrando los debates y agrupando y seleccionado candidatos.

En verdad lo que sucede en nuestro medio colombiano es que en el entorno turbulento en que nos movemos, no hemos podido superar la lógica dicotómica de verdadero o falso, y entrar en el terreno de las probabilidades. Lo que significa, en otras palabras, pensar en términos de tendencias y de indicadores y abandonar los senderos de la deseabilidad y la individualidad de la personalidad.

En fin, no se puede creer que las encuestas son el reflejo fiel de las actuaciones futuras del hombre, pero si podemos advertir en ellas las probabilidades del actuar futuro, según los códigos de los valores morales y según el posicionamiento que el personaje o el tema ocupe en la mente del elector que decide.

 Y por último, es necesario contemplar el efecto reactivo que pueden producir las encuestas en la masa electoral, que como efecto secundario esta la onda expansiva: unos resultados favorables en encuestas de opinión producen más resultados favorables. Nadie quiere apuntarse al perdedor y menos si está en la franja de los indecisos o no es votante cautivo. Por lo tanto, aquí la encuesta pasa a ser una herramienta publicitaria.

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 Para estas apreciaciones, se recurrió a un reportaje de prensa:   Aunque en boga, las encuestas de opinión son polémicas de Enoris Restrepo de Martínez en El Colombiano, p.7 (sábado27 de mayo de 1989) sobre el tema y conceptualizaron los profesores Hernán Jiménez Carvajal dela U.P.B y Efrén Barrera Restrepo de la UdeA.

Una respuesta a “¿Cuál es la eterna polémica de las encuestas de opinión política?”

  1. Avatar de jessamaefarino97
    jessamaefarino97

    wow!! 27¿Cuál es la eterna polémica de las encuestas de opinión política?

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