A los comportamientos patológicos de la aplicación del método científico, los denominamos: Metodomanías. Y hemos recurrido al término de manías, porque “en cada una de ellas se manifiesta una exageración pronunciada, en el sentido de que las ideas son voluminosas, los sentimientos intensamente profundos y hay una señalada superactividad psicomotora (Bela S; L.C. Diccionario enciclopédico de la psique. B. Aires: Claridad 1972 p.369)” al igual que pasa con las personas que utilizan el método científico como se ha descrito: Ellas consideran que las ideas se deben expresar voluminosamente aunque no se diga nada importante; pues lo fundamental es cumplir uno a uno las etapas del método y llenarlos con literatura abundante ( “El trabajo debe tener mínimo 30 páginas tamaño carta, a máquina “. “Cada punto debe tener igual longitud “. “Debe explicar y definir cada uno de los términos que utiliza en el problema”. “Debe conceptualizar cada uno de los términos del marco teórico” “una tesis debe pasar de 500 páginas”, etc.).
Y en su afán por la rigidez metodológica manifiestan sus sentimientos muy profundos de “doctos”, cuando de manera obsesiva, revisan palabra por palabra los escritos en búsqueda del detalle, o de la ausencia de algún punto mínimo. Y con hiper-actividad motora empiezan a inquirir por la brevedad del marco teórico o de la revisión bibliográfica; por la falta de claridad entre el problema y la problemática; por la ausencia de variables intervinientes; por la falta de uniformidad en las citas bibliográficas; por la no atención a las normas del Icontec; por la desigualdad de las márgenes; por los cuadros (o gráficas) que no tienen el título en el encabezamiento sino en el pié; y otros miles de detalles y asuntos superfluos; dejando todo el andamiaje científico reducido a la forma, al no aparecer las anotaciones sensatas de replanteamiento científico, que despierten el espíritu investigativo.
Todo este comportamiento, eso sí, va acompañado de poses teatrales y artificiosos y movimientos calculados de demostración de poder en su papel de “científicos”. El público que sufre estos movimientos, los catalogan de pedantería, y usualmente el individuo, se expresa con palabras rebuscadas y tecnicismos, para oscurecer el diálogo y así hacer creer que el problema reside en la ignorancia del receptor; con los cuales se trata de trazar una distancia entre las personas comunes y ellos, como guardianes de la “ciencia”; pues al fin y al cabo son portadores de autoridad formal y de algunos instrumentos de “convicción”(la nota académica, la aprobación del trabajo de grados, la renovación del contrato de investigador, entre otros), para hacer que se cumplan sus anotaciones, a fin de alcanzar la “cientificidad”.
Efrén Barrera Restrepo, Ph.D.
Gerencia Pública & Marketing