El marketing político y electoral son actividades profesionales, hoy muy ligadas al desarrollo de las democracias de las naciones. Estas nuevas materias (en algunos países) en un sentido amplio, proyectan las fuerzas y condiciones que hacen exitosas las campañas dentro de las contingencias de la arena política y el manejo de los partidos y grupos como organizaciones políticas.
Por su parte el marketing electoral favorece los mecanismos de reflexión y análisis para diseñar las estrategias que permitan al candidato y partido conseguir el triunfo en las urnas con fundamento en el estudio del comportamiento de los electores, necesidades, opiniones, preferencias y disposición de votar, con el propósito de montar la campaña que llegue al electorado en los términos de su lenguaje y aspiraciones a través de los medios que nos brindan los avances tecnológicos de las telecomunicaciones.
La participación en las elecciones es clave en la vida de las instituciones para el mantenimiento de los esquemas democráticos que son la esencia de la convivencia humana.
En las elecciones a los cargos del gobierno y de los órganos representativos, no hay alternativa distinta que ganar. No se puede perder. No hay subcampeonato, salvo que el objetivo sea “hacerse contar” o “sonar”.
Las campañas electorales requieren tiempo, voluntad y dinero, recursos escasos en nuestra época y por lo cual, en ellas ya no se ocultan los cálculos racionales y los costos de oportunidad. Ellas exigen la seriedad y el análisis responsable de las probabilidades y factores de éxito que proporcionan la utilización de procedimientos y métodos sistémicos que configuran el debate ideológico, el trabajo político, las comunicaciones, la organización electoral, las finanzas y la gestión de los recursos físicos y humanos del grupo político.
El éxito en las urnas, no viene por el sólo hecho de aplicar las técnicas y recomendaciones comunicacionales del marketing electoral; sino de la suma de las habilidades y destrezas de los políticos para ganarse las simpatías, del proselitismo para ganar votos , de las capacidades en sus negociaciones y transacciones, y aún del carisma y la personalidad de los candidatos y sobretodo, de la coordinación de la campaña para contrarrestar las imágenes falseadas y la vaguedad de los candidatos, la vacuidad de los programas y discursos y la pobreza de las promesas. Este trabajo político es un accionar en conjunto para sumar votantes, donde candidatos, ideas y promesas, recursos y organización electoral se unen en una labor de equipo y no como algunos quieren hacerlo aparecer, como si fuera una misión mesiánica de un asesor, en solitario.