Como recientemente habíamos abordado el tema del cooperativismo en alusión al importante papel que juega esta economía solidaria en la plenitud del liberalismo salvaje que se da en esta época del dominio de las grandes multinacionales y los fondos de inversión; frente a la pauperización de los grupos sociales excluidos de los llamados ultrarricos, de manera indolente. Y en dicha nota(Ver aquí), destacamos el papel que juega la Cooperativa de profesores de la Universidad de Antioquia-Cooprudea,en el bienestar de sus afiliados;ejemplo paradigmático para las demás universidades de Colombia; no podíamos pasar por alto, los escritos contenidos en la agenda 2017, elaborados por el profesor Héctor de los Ríos( nuestro profesor de metodología II de Sociología,1969) con el título de Desigualdad y poder colectivo; el cual acompañó con la obra de arte clásica del expresionismo de Honoré Daumier: El vagón de tercera(1862);cuyo color oscuro ilustra la penetración de la pobreza en los cuerpos desvalidos de quienes padecen la desigualdad y exclusión:
«No es ningún secreto que en la sociedad contemporánea se considera a todas las personas iguales, aunque de inmediato se aclare que la supuesta igualdad es solamente ante la ley. Una diferencia muy grande cuando la comparamos con la sociedad griega, en la cual la desigualdad ni siquiera era necesario fijarla en los códigos, pues, según decía su élite, era la propia naturaleza la que dictaba que la sociedad era desigual. Por eso un reconocido filósofo como Aristóteles expresaba sin ambigüedades: “la naturaleza consecuente consigo misma, ha dado cuerpos diferentes al esclavo que al hombre libre; ha dado aquel miembros robustos para los trabajos groseros, mientras que el hombre libre tiene el cuerpo recto y está constituido para la vida política, para las ocupaciones de la guerra y la paz (…) sea como quiera, es evidente que unos son naturalmente libres y otros naturalmente esclavos y que, por lo tanto, exigen que el esclavo obedezca la autoridad y la justicia”.
Ahora bien, tanto Aristóteles como los grupos dominantes de Grecia no desconocían las consecuencias negativas que generan la aplicación de este concepto en la sociedad, razón por la cual nunca negaron que en la sociedad una parte de ella debe ser tratada en forma igualitaria. De ahí que aceptaron que coexistiera en la misma sociedad no solo la desigualdad, sino también la igualdad. De esta manera, lograron que una elite que se consideraba igual dominara sobre el resto de estamentos, lo cual tenÍa plena justificación cuando se trataba de las personas situadas en la base de la pirámide que eran los esclavos.
Así entonces, a pesar de que la desigualdad era dominante, la igualdad se mantuvo como elemento legitimador de la primera, pues esta última fue producto de un pensamiento arraigado en las comunidades antiguas que predicaban realizar sus actividades teniendo en cuenta a los otros miembros de la comunidad, lo cual significó que en sus trabajos y demás actividades se regían por la colaboración y trato mutuo. Por eso, el comienzo de las relaciones en el seno de la humanidad se desarrolló en medio de una cultura colectiva, la cual dominó durante mucho tiempo en el seno de las comunidades, de ahí que para que la desigualdad domine en las sociedades, antes se tuvo que dar un proceso en donde las colectividades liberaron a las personas dando lugar a un largo proceso de individualización.
Pero se podría preguntar ¿en qué momento se dio la individualización? No hay duda de que esto sólo es comprensible en un contexto en donde una parte social discriminó a otros. La frase de Marx: “Un negro es un negro pero en determinadas circunstancias se convierte en esclavo” Esta cita ilustra muy bien que la desigualdad es producto de circunstancias sociales, en donde determinados grupos se impusieron sobre otros. Es algo que ya antes había intuido Rousseau, principalmente en su libro Discurso sobre el origen y los fundamentos de la desigualdad entre los hombres, donde dice: “Un individuo al que tras haber cercado un terreno se le ocurrió decir “esto es mío” y encontró a gentes lo bastante simples como para hacerle caso, fue el verdadero fundador de la sociedad civil”. como se ve, el sentido de los dos textos es el mismo: interpretan la desigualdad como resultado del surgimiento de poderes que interrumpieron en las comunidades de vida colectiva.
Por eso, la desigualdad es producto del surgimiento de intereses que luego se impusieron por actos de poder, los cuales, durante siglos, se fueron socializando creando un sistema de creencias y valores, cuya función fue enfatizar que en la sociedad los seres humanos son desiguales debido a su raza, nacimiento geográfico, etc.
Pero viene la otra pregunta ¿en qué momento se cambió el pensamiento de aceptación de la desigualdad por la igualdad ante la ley? ¿A qué hora sucedió este cambio tan radical? Por lo pronto puede ser ilustrativo el caso de nuestro país. La historia nos dice que, en el amanecer de la nacionalidad colombiana, un ciudadano colombiano, al igual que uno de los participantes en la Revolución Francesa de 1789, se despertó de pronto con que los precursores de estos cambios predicaban incesantemente la igualdad. esto sucedió no sólo como un postulado ideológico, sino también como una realidad institucional, de lo cual se encargaron los organismos legislativos que aparecieron con la Independencia. Por eso, no sólo aparecían en las constituciones de América Latina, sino que los códigos se abultaban con artículos que hablaban del deber de evaluar todas las actividades a partir del concepto de igualdad.
En el caso particular de Colombia, con la Independencia se aceptó, en sus códigos y en su ideología, el concepto de igualdad ante la ley y, en consecuencia, comenzó un proceso en donde se negaba los privilegios de sangre y se aceptaba dar un trato igual al que comenzaron a llamar “ ciudadano”, copia de la Revolución Francesa que figuraba en su declaración de los derechos del hombre y del ciudadano que en nuestro país lo encontramos tempranamente aún en la elocuente Constitución de Cundinamarca de 1811, que todavía bajo la influencia española ( reconocía a Fernando VII) en el titulado XII se leía un reconocimiento explícito a la igualdad cuando expresa: “ la igualdad consiste en que siendo la ley una misma para todos, todos son iguales delante de la ley”, fórmula que se prestó para deslindar los campos entre la Colonia y la República, pensamiento que repetirán todas las constituciones incluyendo la de 1991.
De modo que el nacimiento de la ideología de la igualdad ante la ley nos ha llevado a aceptar que todos somos garantes de derechos que nos llevan a la igualdad. Sin embargo, subrepticiamente se encuentra un subfondo que determina en qué nivel de la estructura social se coloca cada persona, Escala que a su vez determina el dominio de unos sobre otros. Se trata del poder que adquieren por diferentes medios grupos de personas y que anteceden a las leyes. Así, por ejemplo en Colombia, el privilegio que desde la Independencia les ha dado las leyes a las élites dominantes tuvo su origen en el poder que los descendientes de los españoles adquirieron durante la evolución de la Colonia.
Por todo lo anterior, los sistemas solidarios tienen como única salida la opción de construir un poder que solo lo brinda la fuerza colectiva como lo fue antes en las comunidades antiguas. Es un proyecto cuyo fin es regresar a la consideración de que el ser humano es un producto del trabajo y colaboración en comunidades que en el pasado les permitió enfrentar a la naturaleza y al mismo tiempo transformarse ellas mismas.
Se trata de apoyarse en una fuerza que supera la cultura del egoísmo, pero sobre todo la idea de sobrevivir enfrentando al otro. En esta meta por desgracia, la humanidad ha entrado en olvidos; se ha olvidado del poder que genera el trabajo colectivo, se ha olvidado también de que la unión dentro de colectivos genera una solidaridad que supera al individualismo, y se ha olvidado igualmente de que la lucha y el trabajo en común sólo pueden ser superados apoyándose en organizaciones que como el cooperativismo y demás sistemas solidarios, hoy por hoy, son las únicas formas de salir adelante en un régimen de competencia como la que presenta el capitalismo»