Reforma, Reestructuración, Reingeniería, Reinvención
Si en algo ha servido la metodología de M. Hammer (1994), es para poder distinguir muy bien cuando, en el ejercicio de mejorar los niveles de productividad de una organización, se emplean las herramientas correctas que de manera explícita permite medir los verdaderos alcances de la reforma o reestructuración.
La reingeniería tiene tres principios: La orientación a procesos en la organización, el rediseño de los puestos de trabajo, y el uso de la tecnología. En su metodología, se dan dos etapas: la primera que es de adelgazamiento de la estructura y la segunda que es el reacomodo de las personas a los nuevos puestos y el trabajo seguro de polivalencia en el desempeño, mediante la apropiación del proceso y el abandono de las tareas individuales, lo que requiere de un proceso de reeducación y de mejoramiento de las incentivos y motivaciones al trabajo.
En nuestro medio, en muy escasas instituciones, comprenden que es más importante la segunda etapa que la primera, y lo más usual es que se quedan en la primera y por ello, se ha confundido la reingeniería con el simple adelgazamiento de la nómina y a esta sola etapa se la ha dado, por lo común, el nombre de reforma o reestructuración, cuestión que no se compadece ni con la metodología del autor mencionado, ni con los objetivos de la reforma que debe ir más allá, que el simple cambio de etiquetas de los cargos como se suele hacer, sin recurrir a trabajar los procesos de socialización y reeducación, la nueva estructura y formas de trabajo; por el diseño de los puestos con base en los procesos y no en funciones, o compartimentos estancos.
Suceden todavía cosas más graves para la teoría administrativa general: hablan de reforma integral y sistémica, cuando sólo han abordado el componente organizacional de la estructura, y no han modificado los componentes psico-sociales y de valores, ni el de la tecnología.
Y en cuanto al vocablo reinvención, es mejor recurrir a los autores directamente (Osborne y Gaebler; 1994), que bajo el mismo nombre se hicieron famosos por el libro Reinvención del Gobierno, donde exponen las ideas de las técnicas y tecnologías exitosas de administración -o de gestión- del sector privado que pueden ser aplicadas en el público. Y donde la tesis central es que el Gobierno debe ser catalítico: “Timonear y no remar”.
Más tarde, en otro de sus libros (1998), definen de manera precisa la reinvención, que consiste en “sustituir los sistemas burocráticos por sistemas empresariales. Consiste en crear organismos y sistemas públicos que innoven de forma habitual y que mejoren continuamente su calidad, sin necesidad de que lo empujen a ello desde fuera”.
De una forma muy clara, agregan, para poder comprender sus planteamientos, que la reinvención no es cambio de sistema político, no es reorganización, no es cambio de los cuadritos del organigrama, no es reforma parlamentaria, ni legislativa, no es hacer estudios de eficiencia, no es acabar el despilfarro, ni ahorrar dinero, y para rematar dicen que no es “arrancar los hierbajos de un jardín, ni restaurar un régimen que mantenga el jardín sin hierbajos,” como tampoco privatización. Lo que demuestra de manera muy contundente como utilizamos el término para darle otro contenido del fijado por los propios autores.
