En estos momentos que en Colombia se habla tanto de prosperidad económica y que a su vez se dice que la juventud nuestra padece del mal de querer hacer dinero sin esfuerzo, ni preparación intelectual, es reconfortante leer escritos del pasado que no sólo diagnosticaban igual situación, sino que recomendaban orientaciones para salir de esos estados de inercia social y sicológica de los jóvenes.
En 1923, el literato Manuel Laverde Liévano escribió unas letras en la revista Cromos (marzo10 de 1923) a manera de editorial, con el título de Psicología Nacional, donde se queja que ”los ideales de nuestra raza sean mercantilismo, abulia, y una inevitable decadencia cerebral y volitiva, cuyos temibles efectos sentirán sin duda los hombres del mañana” y de manera inmediata recomienda que debemos enseñar ”a la juventud a amar el estudio como camino de verdad y de justicia; a querer el progreso propio y el ajeno, y a trabajar por realizarlos con abnegación, con energía, con fe. Mostremos al educando no sólo en la escuela, sino en el hogar y en la práctica diaria, cómo el cocimiento del universo es el norte de la inteligencia y el amor a nuestros semejantes la oculta fuente de la única felicidad posible”, porque “hay que reconocer que el escepticismo de que alardean los jóvenes actuales, no es esa flor frágil y cambiante que produce en espíritus de selección el abono cerebral de una rica cultura, sino la actitud negativa y estéril de mentes ignorantes, in capaces de comprender lo que desdeñan. Fracasados sin haber intentado nada, avaros sin dinero, viejos sin recuerdos juveniles, los oímos con asombro y lástima desconocer la filosofía, la ciencia, la historia, y envidiar con dolorosa rabia el éxito estruendoso del primer arribista!…Entre nosotros, este descenso intelectual depende de causas complejas y múltiples. Una de las principales estriba en que nuestras universidades fabrican doctores en serie con una inconsciencia suicida. Los padres no piensan sino en que sus hijos, o por lo menos el mayor adquiera un título, aunque las aptitudes, el ambiente y el provenir normal del muchacho no lo permita. Lo importante es conseguir el brillo cortesano, y el diploma, para llegar, para vencer…”
«¡De esta suerte aumenta año por año, el proletariado intelectual, el más triste, el más rebelde, y el más peligroso! Sus víctimas prostituyen las profesiones, fosilizan la burocracia, degradan la política y arruinan moral y materialmente a una sociedad a la que odian, con toda la desesperación que da el fracaso!»
“Cuando entre nosotros exista (en la ley y en la realidad) la carrera administrativa por concurso, o por ascenso previsto, independiente del capricho político, sea del color que fuere; cuando en nuestras universidades no hagan doctores universales sino especialistas; cuando el maestro despierte desde temprana edad esa curiosidad del por qué, y del cómo, que fue y es la madre de todas las ciencias; cuando dotando en tiempo a los jóvenes de un arte o industria que les redima de la miseria, se les haga practicar el ahorro y apreciar el dinero, pero no adorarlo; y cuando, en una palabra, logremos que a los veinte años tengan como quería Hugo una filosofía y una higiene propias, nos admiraremos de las capacidades de nuestra raza, de su adaptabilidad para la civilización, y del enorme progreso social que será capaz de realizar en una patria independiente y amable para todos los hombres de buena voluntad!”.
Este texto es una invitación a la reflexión sobre las orientaciones de los planes educativos y a la revisión de los proyectos educativos institucionales de las universidades para que contengan en el texto y en el contexto de forma real y práctica los valores para la construcción de una sociedad más progresiva e incluyente.
Por:
Efrén Barrera Restrepo, Ph.D.
Gerencia Pública & Marketing