La noticia sobre la falsificación de notas en la Escuela Superior de Administración Pública-ESAP-(Semana. Edic.1586), deja un sabor muy amargo en quienes de una manera u otra sentimos afecto por la institución, por ser referente importante de la formación en su área temática, que desde su fundación al final de la década de los años cincuenta del siglo pasado ha sido pionera en temas de gestión pública como la evaluación de proyectos y las políticas públicas, entre otros y que para muchos, hoy resultan ser novedosos.
En ella se han dado los grandes debates teóricos sobre el desarrollo de la Administración pública como disciplina y ciencia. Diferentes profesores que han desfilado por esas aulas han dejado sembradas semillas de las corrientes europea, latina, anglosajona, o norteamericana, cada uno de acuerdo a su formación, herencia universitaria o práctica profesional. Y qué decir de aquellos profesores que imbuidos del derecho público dibujaron nuevas expresiones estructurales del aparato estatal colombiano bajo el abrigo administrativista, ahora permeado por el liberalismo y la gestión privada, que se presenta como el axioma ético a imitar.
Ha sido una institución de grandes altibajos en su historia: Periodos de gran producción intelectual temática, expresada en la editorial, la docencia y la investigación; así como periodos muy grises (por no decir que oscuros) en los mismos asuntos. Tan disimiles han sido sus producciones académicas y las coberturas de formación y capacitación en las diversas épocas, como son sus edificios en las diferentes regionales (no las conocemos todas); pero si los botones de muestra son Medellín y Cali, ya tendremos claro el asunto del abandono, como se ve pasmosamente en el local de Santa Marta y entonces no le queda bien al Gobierno calificar a otras instituciones como “garajes”. Estas deficiencias se extienden a las bibliotecas de las regionales donde no solo se nota la improvisación del personal sino la carencia de materiales y publicaciones aún de la misma entidad. Y qué decir de la práctica que ya ha hecho carrera al enviar a profesores a cumplir tareas de docencia o capacitación sin los viáticos y pasajes, que luego se les reintegra al regreso; es decir que los docentes financian la Institución y sufren la ineficiencia.
Se han tenido estilos de dirección con reconocimiento nacional y un acompañamiento importante al gobierno central especialmente al Presidente y en buena coordinación con el DAFP (y en los últimos años con la CNSC); como otras ocasiones de completos descompases y atravesadas intervenciones. Pero eso siempre bajo el más cerrado centralismo: todo tiene que ir hasta Bogotá, desde las cantidades de dinero que se recogen en los municipios y los ingresos por servicios, hasta el más simple papel para una firma o con un sencillo dato. Parece que las direcciones regionales (si será correcto a esas oficinas sin poder decisorio, denominarlas así? ) fueran invalidas mentales e intelectuales. Son meras oficinas de trámite. Hemos conocidos varios directores regionales que han “muerto en el intento” de al menos conseguir un poco de desconcentración, si de ello,no de descentralización; que tal, ni más faltaba. Y cuando se esperaba que con un nuevo director nacional nacido en la provincia, las cosas cambiaran; sucedía todo lo contrario, se apretaban más las clavijas del centralismo tozudo. Eso siempre ha sido así, no es de ahora.
Bajo la sombra de la eterna discusión teórica de la separación de la política y la administración, se ha esperado siempre que sus directores sean los prototipos de la Administración Pública y más ahora en la moderna versión de la Nueva Gerencia Pública pero las expectativas y los anhelos de la comunidad han sido superiores a la raquítica gestión, y casi siempre caen rendidos en la veleidosa y frívola práctica de la politiquería, hasta para un sencillo y pobre contrato de horas de cátedra. Pero no es de ahora, casi siempre ha sido asi.
Estamos en otra época y los cambios son irremediables, acosan cada vez más las demandas de participación en la gestión y en la construcción de las políticas públicas. Se siente la influencia de las tecnologías de información y comunicación y las redes sociales son una realidad. La población exige la rendición de cuentas de los gobernantes y ha aprendido a cuantificar los resultados de la gestión y el rendimiento de los recursos, pero también se ha sentido lastimada por la corrupción galopante de las instituciones y por eso demanda cada vez más que los funcionarios sean prudentes, formados, éticos, productivos, con sentido social y humano de la función pública, auténticos servidores, que es el objetivo primordial de una escuela de formación de administración pública.
Por lo anterior nos extrañan los hechos acaecidos en la ESAP sobre falsas notas académicas, porque guardando las proporciones deben corresponder a este centro de formación para manejar la “res-publica”, las más altas calificaciones de pulcritud, honestidad y transparencia; porque como dice el dicho popular: Y si se corrompe la sal…
Efrén Barrera Restrepo, Ph.D.
Gerencia Pública & Marketing
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