Ha sido tan vertiginoso el auge de la investigación en algunas instituciones educativas, que de manera repentina de la noche a la mañana ha invadido todas las asignaturas. Hasta la más simple tarea o reseña bibliográfica, se llama “investigación”; ya no existen niveles ni grados de conocimiento, todo se llama “investigación”. Situación impulsada por profesores que ante la precariedad de la formación teórica y práctica inducen al estudiante a la biblioteca sin derroteros, ni guías, para que allí pueda extraer algo que dicen llamar “investigación”. También este ascenso de «las metodomanías» ha permitido distinguir entre el cuerpo docente, unos señores autodenominados “metodólogos”, cuya característica principal está en chequear el listado de los pasos del “método científico” y por igual enseñarlo en medicina, en administración pública o en agronomía; y discuten con “suprema autoridad” las dificultades del abordaje del objeto de las diversas ciencias; cuando en la realidad sus papeles no van más allá de ser los fiscales del cumplimiento de los pasos. Además se entregan a la tarea de contabilizar el resultado de tablas y cuadros, donde la improvisación y el fraude no son los ausentes sino antes bien sirven para engrosar el volumen del texto sin la menos reflexión o depuración frente a lo observado. Dejando una amarga sensación que para investigar sólo basta con reunir dinero y personal que se encargue del trabajo.
Típicamente, los “metodómanos” quieren –inconscientemente?- aprovecharse del prestigio de las ciencias naturales y entonces es tal su preocupación por la “metodología” que se inclinan totalmente por la cuantificación y hacen de las tablas de frecuencias, el origen de las cortas e insulsas proposiciones que sacan como conclusiones; olvidándose que la crítica textual, la aptitud literaria y la fluidez semántica son cualidades propias de los científicos, sin que ellas lleven al esoterismo literario. Y entonces la metodología se convierte en cortina de humo de la ignorancia de los investigadores, que ante la incapacidad de interpretar las fórmulas y los modelos matemáticos optan por convertir los porcentajes en verdades tangibles e indiscutibles y no sensibles a análisis puntuales. Es decir toman el dato (dado el día X, a la hora Y), como algo inmodificable con efectos retroactivos y proactivos, trastocando lo sincrónico en diacrónico.
Igualmente, de otra manera –Ingenua?-, los «metodómanos» creen que la acumulación de datos inconexos y sin enlaces trae por sí la explicación o la predicción de los hechos (no conocen la potencialidad del análisis multivariante. Y si la conocen no la utilizan); y entonces de manera mecánica se van presentando las tablas una a una, sin entronques estadísticos o matemáticos y luego de pasar varias de ellas sobre el mismo tema, se concluye, sin la prueba más simple, la relación de los porcentajes intragrupales.
De esta forma que no escapa a los rituales de «poses» académicas los «metodómanos» atraen el aburrimiento de los estudiantes, que la mayoría de las veces ante las presiones por obtener sus grados mejor optan por la «subcontratación» de ellos que hacen de la metodología un negocio.
Efrén Barrera Restrepo, Ph.D.
Gerencia Pública & Marketing