LA DES-ADMINISTRACION

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Todo cambia, así es el lema que a todo momento nos exhiben. Y es más, se nos dice que si no cambiamos, nos cambian. Y tras ello, ya se usan palabras que denotan las magias de los políticos: transformación y reinvención, con otras que predican la novedad del momento, “lo in”; emprender e innovar. No, nada de mencionar la revolución, sería una pesadez, claro es que ya es anticuado pensar en ella, y además si no es necesaria para qué invocarla? Se ha quedado huera y solo la siguen utilizando  algunos  analistas para “maquetiar” los actos multitudinarios de  las redes sociales  mediadas por los teléfonos inteligentes y las  tabletas, a la expectativa de que produzca el acto II: la Comuna. Pero en el fondo no es tal, es la involución y no la revolución, lo que está sucediendo  con la administración pública en todo el mundo; en unas partes más lento que en otras o bien por el problema cultural que llaman, o porque no ha llegado allí la “evangelización” académica o de los partidos políticos o  no hay orden de organismo mundial a la vista, pero ya llegará.

 En una demostración más de ese principio  de que los extremos se tocan: unos  que han pedido históricamente, la ausencia del Estado y  la Administración   en el pasado apurando a los de “izquierda”; hoy, están de abrazos  con el otro extremo, pero del rincón, del rincón del extremo y piden igual, que desaparezca la Administración. El caso de los Estados Unidos y la suspensión de labores en muchas oficinas federales de servicios no esenciales, por la no aprobación de los presupuestos debido a una posición  intransigente de un grupo de uno de los partidos políticos dominantes,  y en respuesta a la aprobación  de una medida  sanitaria que favorece a la mayoría de la población  en el mercado los servicios de salud; demuestra hasta donde se puede llegar sin Administración y que poco importa socialmente. Ellos allí, por esas razones, pero en otras partes por la programación consciente y planeada de los recortes de personal, o destrucción de empleos como en España, en combinación de reducción y congelaciones salariales; o en cierres abruptos de oficinas y organismos gubernamentales por consecuencias de la Crisis, como Italia, Grecia, Portugal, Chipe e Irlanda y en los países emergentes(los que ayer, eran subdesarrollados) por calificación de la fuerza laboral, donde la existente es tan “poco formada” que resulta mejor comprar el capital intelectual en el exterior junto con la tecnología; por lo tanto hay que reducir la Administración.

 Y nos sucede esto precisamente cuando ya se tenía aprendido que era el Estado del bienestar, el que podía responder por el “interés general”, que al tenerlo como altar en Europa y los demás países poderosos. Desde Hispanoamérica lo tratamos de calcar en las constituciones como “social”. Y  ya  dizque no es así. Cuando teníamos la respuesta al problema, nos cambian la  pregunta. Y eso que nosotros hispanoamericanos venimos arreglando el Estado y la Administración desde hace muchos años. Con las crisis de los 70 y de los 80 en las espaldas,  aplicamos en los Noventa las formulas de la reforma y de la modernización del Estado; de la reducción del tamaño del Estado y de las nóminas; de las aperturas democráticas, del Estado emprendedor; de la venta de las empresas estatales; de la entrega de los servicios públicos y los bancos  a la empresa privada; el incremento de la educación privada, vía concertación, o contratación directa; la entrega de la salud a  la inversión privada y la vivienda y la infraestructura a los constructores. Y cuantas veces no se han montado los espectáculos de las misiones de  reforma, del estudio de los presupuestos; de la austeridad,  del control social, de la rendición de cuentas, de la comisión anticorrupción y la transparencia, que no han pasado de  exorcismo  en el cuerpo de la Administración , cuando los demonios  gustan más de los conciliábulos políticos. En Iberoamérica, ya hemos aplicado todo lo que se dice en Europa, que debemos hacer.

Es una involución  a lo feudal, volvemos a la inseguridad, y  salvase quien pueda. Y usted, qué sabe hacer?, pues ponga una empresa, sea emprendedor, artesano de su saber. Y usted Estado, que sabe hacer? Nada, pues cierre. O vea, mejor yo conozco a unos amigos que lo han venido haciendo  hasta bien y entonces que lo hagan ellos, y si no saben, algún día aprenderán; pero eso sí, mejor ellos que la Administración.  La seguridad pues, a la subcontratación a los privados. Y la justicia? A los mismos, a los Señores, que  se las arreglen, al fin son ellos los capaces de pagar las tasas. Y el recaudo? Como siempre, los que tienen no pagan ni quieren pagar; eso también lo pueden hacer los privados, pues al fin siempre lo han hecho. O mejor busquemos la alianza público –privada, o la concesión y hasta mejor puede ser de “prebenda”. Y el patrimonio del Estado? A los de siempre, los comodatos a cien años y más, siempre habrá que poner una fecha.

Y entonces qué hacemos con los funcionarios y empleados? Que importa, ahí están las consultoras;  lo hacen mejor y más rápido. Y por el precio ni preocuparse, tenemos como pagarles al monto que sea, para eso ya no pagamos por sanidad;  la educación, una es concertada y la otra la pagan ellos,  aunque sea a plazos. Y las viviendas a las multinacionales de la tierra urbana, las que combinan con el juego y los jugadores estrellas. Y para los alimentos,  las otras multinacionales, las que controlan hasta los snacks;   y de derecho  se  van creando en ellas el nicho o albergue del político para asegurar su vejez, porque ya ha reducido las pensiones.

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Por:

Efrén Barrera Restrepo, Ph.D.

Gerencia Pública & Marketing

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