
Arrimé al puesto de recepción de los posgrados de EAFIT, por el mes de febrero del año pasado para preguntar por el número de promociones o cohortes del Máster en Administración-el tradicional MBA-que iban hasta la fecha; pues en los avisos de la Escuela esas cifras no se publicitan; cuando las universidades usualmente hacen mención de la antigüedad de su funcionamiento o establecimiento de sus estudios, en señal de seriedad, responsabilidad, continuidad, importantes en el prestigio institucional. Afortunadamente en ese preciso instante que lance la pregunta, se cruzó el Director que nos contestó que noventa dos; después de ser auxiliado por otras personas de la oficina, incluido al parecer por otro directivo, que se distinguió por su altivez. Todos me saludaron de mano al presentarme como ex-alumno; porque había realizado el curso en su primera versión (¿ ); iniciado por el mes de agosto de 1974.
El MBA se dio a conocer a la sociedad colombiana y de Antioquia, por un aviso en el periódico El Colombiano; donde se comentaba el contenido, la pedagogía, la didáctica y el proceso de selección, con la asesoría de la Universidad de Stanford; lo que se cumplió inclusive usando los cuestionarios con membretes de esa universidad.
El curso se inició en los salones de los Benedictinos, en el sector conocido, hoy como la Frontera; una loma entre los límites geográficos de Medellín y Envigado. Allí se hizo el llamado curso introductorio; porque para los demás niveles del MBA, ya se contaba en la Avenida de las Vegas con un nuevo edificio ( la antigua biblioteca). En esos lugares se dieron valiosos recuerdos de una formación rendidora, muy completa y de suma actualidad para la época, pues en el entonces, se hablaba con demasiada naturalidad de dirección y planeación estratégica, teoría de la decisión, ecología, sostenibilidad, modelación matemática, análisis multivariado; construcción de escalas (que hoy ensalzan diciendo: constructo) y desarrollo del talento humano; esto para objetivar algunos términos. Así mismo se recuerdan a profesores como Bernardo Pérez, Luis Fernando Molina, Octavio Ramírez, Hernando Bedoya, Javier del Rio y Alberto Acosta; entre los pocos que aportaba la Universidad de su nómina; porque la verdadera riqueza y solidez del MBA, estaba en las clases y seminarios con personas del sector real, que dedicaban unas horas al master para trasmitir sus conocimientos adquiridos en importantes universidades del mundo y sus experiencias en la industria, el comercio, la banca y demás entidades y organizaciones del país; que con el riesgo de olvidar a muchos, mencionamos a Néstor González, Diego Millán, Francisco Piedrahita, Ricardo Leiva y Rodrigo Londoño. Uno y otro grupo de profesores tenían, en común la dedicación dentro de sus horas de cátedra a difundir y enseñar a apreciar las normas de convivencia y de Ética; lo que daba ese plus formativo del máster.
De los veinticinco matriculados al inicio, no sé cuántos nos graduamos; pero con seguridad que muy pocos; pues al terminar los cursos vino el periodo de la tesis que solo algunos acogimos, a pesar que tener excelentes y connotados tutores; como en mi caso que tuve al director de El Colombiano Juan Zuleta Ferrer, como asesor quien me dedico muchas de sus tardes y a la economista Ghislane Ibiza de Restrepo como directora.
El MBA, sigue hoy incólume y con tradición; lo que demuestra que no era un simple experimento.
“La vida no es la que uno vivió, sino la que uno recuerda y cómo la recuerda para contarla”
Gabriel García Márquez