He llegado una hora y diez minutos antes de la fijada por la cita. No ha sido fácil conseguirla. Son más de cuatro meses de intentarlo todos los días, cinco o más veces al día; todos los días, sentado frente al ordenador. Si. Además en esta titánica tarea me han acompañado dos personas más, que desde sus despachos, de manera aleatoria en los horarios de su labor intentaban una cita para un tramite de los relacionados con Extranjería.

He leído los artículos que fluyen en las redes sobre los éxitos del montaje del gobierno electrónico y ahora en estos últimos años, de la administración digital; pero no he podido leer acerca del ciudadano o del ciudadano cliente. Todo parte de la importancia de los informáticos y de las milagrosas fórmulas para acompasar los ambientes electrónicos (interoperatividad); pero nada de mencionar el servicio orientado al cliente. Los que más fingen de modernidad, hablan de las cartas del servicio(como avance de calidad), con nostalgia de los ambientes ingleses. Los más atinados en cuanto el usuario, abogan por la ética de la administración digital, pero no parece que puedan distinguir que una cosa el bosque y otra los arboles; y entonces cual misionero que predica y no aplica, repiten que es necesario que la administración digital sea ética. Y en verdad no han podido caer en nota de que la gestión son personas y estas son éticas en sus comportamientos profesionales o no lo son. La persona es ética y conlleva sus valores morales. Y no las maquinas. Son las personas programadoras las que son practicantes de una ética, que se “respira “ en el ambiente organizacional. O no.
Así, con estos pensamientos me puse en la fila y como siempre sucede en estas ocasiones, se conversa con la persona de adelante y la de atrás, que también esperan. Y todos como que hacemos lo mismo: responder de manera natural y fluida a las inquietudes y preguntas. Siendo la primera de estas, que si uno está en la fila correspondiente al tramite que interesa. Entonces, le pregunto al vecino de atrás: Tú ¿A qué tramite vienes? y su respuesta coincide con el mío. Eso me da un alivio y tranquilidad. Pienso: he elegido la fila correcta. Y para equiparar la amabilidad del interrogado, lanzo una afirmación:¿ Qué difícil conseguir esta cita, llevo meses y meses tras ella y con la ayuda de dos personas más, que de manera incansable, han estado alertas entrando a la Web para tomar la cita. Y por fin; al menos hoy estoy aquí?.
El vecino, responde:¿ Qué me dices? yo he pagado en dos oportunidades a unos abogados, para que ellos me consigan la cita, pero me fallaron. Y ni cita ni dinero. Perdí, 180 euros en esos dos intentos. Y entonces ,¿Cómo estás aquí?, repliqué.
– Le di a un compadre, 110 euros y se paso horas y horas frente al ordenador y me la logro en cuatro días.
-Bueno, al menos, fue efectivo, agregue.
-Si, pero me han dicho por ahí, que muchos desempleados, se pasan no solo consiguiendo citas de este tipo. He leído- añade- que algunos inmigrantes, (omito, la nacionalidad) han encontrado esta nueva forma de conseguir algunos euros, y que se dedican a Captchar .
Y reflexiono para mis adentros; que si esto se comenta en el ambiente de los migrantes latinoamericanos de igual manera deberá suceder en los otros países; qué será de los asiáticos y ni que pensar en los africanos. Aunque en verdad por apreciaciones se puede deducir que eso de ser América Latina el tercer mundo, es un cuento interno de sus gobiernos.
-Bueno de algo hay que vivir: no? dije, sin mucho animo; pues estaba comprobando lo que en días pasados había leído en El País– que ante la falta de empleos los migrantes sudamericanos estaban dedicados a “surfear” los captchas.
Esto confirma que los montajes de la administración digital que se hacen en las oficinas, sin consultar las necesidades de los ciudadanos y los clientes, se convierten en negocios para unos y en suplicios para los usuarios y ciudadanos, y terminan cuestionando si esa administración digital es magia o infierno.
Además la pandemia del COVID-19 ha generalizado para quedarse, la cita previa por internet. Ese dique nuevo que la burocracia se había inventado para suavizar el contacto con el público. Divina ocasión, la disculpa del contagio( no negamos, lo letal del virus) para controlar las filas y las esperas sin quedar en evidencia de retrasos, tardanzas, descuidos y comportamientos abúlicos de los funcionarios( también los privados).
En fin!. Sigo feliz en la fila para cumplir mi padecida cita; con la convicción que al lado de la ineficiencia del Estado siempre florece un negocio y una forma de “ganarse la vida por unos dineros».
